viernes, 2 de enero de 2009

PASTEL DE PASTELES


DE LA CAVA DEL PATRÓN



Cuando le avisaban a Lucas que ese fin de semana visitarían a Ms. Louis Vernier y el rancho "El Volador", la cara del niño se iluminaba, su imaginación le giraba a su máxima velocidad y le costaba mucho trabajo poder dormir en espera de la mañana en que saldrían a carretera.

Una vez en Zumpango, estado de México, Lucas bajaba corriendo como energúmeno queriendo comerse el campo a puños. Sus padres aprendieron a no hacer ningún movimiento para evitarlo pues esa fiebre le duraba no mas allá de un par de horas en que Lucas regresaba colorado como jitomate, sudoroso y sediento a la casa de la granja, suplicando agua. A partir de ahí, todo era mas calmado.

Pero el destino quiso que ese día en que ya todo era calmo, llegara el cargamento de alimento para los puercos que estaban en engorda. Y la jugarreta del destino sirvió de combustible para alimentar la vorágine en la que entró la imaginación del niño ya que supervisando la descarga, por poco se le desorbitan los ojitos al contemplar lo que los marranos se iban a comer: miles y miles de pastelitos dulces entre gansitos, submarinos, chocorroles, pinguinos (a los diseñadores se les olvidó ponerle diéresis al nombre del producto), negritos y toda la línea completa de la fábrica. La visión para Lucas fué pantagruélica (De Pantagruel, personaje y título de una obra de Rabelais. 1. adj. Dicho de una comida: En cantidad excesiva. Festín pantagruélico. http://www.rae.es) y tan pronto se retiraron los adultos, puso manos a la obra. Corrió por sus hermanos e iniciaron la construcción de la madre de todos los pasteles: El Pastel de Pasteles.


Su formó un amplio círculo en el piso con todos los negritos una vez desembolsados, llenando el interior con submarinos de fresa. Esa fué la base. Y se apilaron capas y capas de distintos pastelitos, haciendo una cubierta completa de gansitos. Una vez concluída la fase de construcción dió inicio al festín, atacando desde tres distintos flancos a semejante monstruo. Cada uno dió cuenta de sabores entremezclados de chocolate, vainilla y fresa en distintas texturas.

Y súbitamente, un grito horrorizado les detuvo de inmediato en tan singular banquete. La hermosísima madre de los tres quedó helada al ver el cuadro, dado que nunca esperaba lo que vió. De inmediato llovieron regaños, jaloneos, nalgadas y un discurso aplastante que aturdió a los tres chefs con algo que tenía que ver con bacterias, microbios, fechas de caducidad y dolores de panza.

Así aprendió Lucas que los pastelitos no duran para siempre, que se contaminan con microorganismos y que por eso se los dan a los puercos. Pero para un niño de seis años ver una montaña gigantesca que le rebasa en altura de sus pastelillos favoritos, es un sueño.

Y a Lucas, le fué concedido.

Etiquetas: ,

2 comentarios:

A las 5/4/11, 8:17 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Wooow si yo lo viera tambien se me saldrian los ojos una granja estilo Charlie de la Fabriaca de chocolates

 
A las 5/4/11, 15:17 , Blogger LUCAS ha dicho...

Gracias por tu visita, Anónimo. La visión de una montaña de pastelitos a esa edad fué pantagruélica.

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio