viernes, 2 de enero de 2009

CHICLE Y PEGA


CRÓNICAS DE TONTILANDIA



La población de Tontilandia tiene unas conductas que se alejan por completo de la lógica y la salud colectiva. Heredadas de sus antiguos habitantes y aumentadas por los conquistadores españoles, tienen costumbres muy arraigadas y difíciles de alterar aún y cuando sean agresivas a su entorno. Tanto así que por órden del jefe de la ciudad capital, Distrito Neuronal, se declaró al chicle como enemigo. Veamos cómo ocurrió tan singular asunto.

Haciendo un recorrido por las calles aledañas a su oficina, Marchelo Obrar a quien sus cuates le dicen "El Carnal" y recordando a un cómico de abolengo, la población se refiere a él como el carnal Marchelo, quiso supervisar el producto de sus ideas e instrucciones. Pero durante los primeros pasos, sus zapatos quedaron con suelas contaminadas por la enorme cantidad de chicle pegado en las aceras y calles de la capital de Tontilandia. Sus habitantes y no sólo de la capital, de la nación tienen la desagradable costumbre de escupir la goma de mascar que queda sin sabor. Contrariamente a lo que hacen los europeos, quienes envuelven en el papel protector (que previamente guardaron) la bola ya mascada y la depositan en botes para basura, los tontilandeses gustan de observar que tan lejos pueden arrojar el proyectil mascado, formando una "o" con sus labios y soplando lo mas fuerte posible. Naturalmente, el chicle cae en la calle y el calor lo adhiere a la banqueta o el rodamiento.

Y dado que el carnal Marchelo es puntilloso con su vestir, pulcramente entinta no sólo la parte superior de sus zapatos, ordena que sea boleada la suela también (dice que no se sabe cuando te la van a ver). Ahora, la suela está dañada irremediablemente con chicle y sus hebras. Alimentado por el gran disgusto, el carnal exigió una ley para que los capitalinos arrojen sus bolas de chicle al bote, incluso amagó con proscribir a la goma de mascar pero todo lo que es proscrito en Tontilandia, alimenta al mercado negro, por lo que decidió suprimir esa parte. Y pidió un estudio sobre el impacto ambiental que tiene el deporte de arrojar chicles a la calle.

Así que un equipo interdisciplinario, incluso internacional, decidió internarse en tan escabroso asunto, arrojando datos hasta el momento ignorados:

1.- Cada una de las gomas pegadas y que prácticamente alfombran la ciudad, contiene más de 50,000 bacterias.
2.- El 30% de cada metro cuadrado de vía pública está cubierta con goma de mascar usada.
3.- Esto arroja una cifra de alrededor de 70 chicles pegados y contaminados por metro cuadrado.
4.- El costo de su limpieza es terriblemente elevado: Tt 2.50 (recordad que Tt=tontilín, moneda de curso nacional) contra el precio de cada chicle que es de Tt 0.50.
5.- Cada metro cuadrado cuesta Tt 175.00 limpiarlo
6.- En cada metro cuadrado hay 3´500,000 bacterias tan sólo en los chicles y quien los pisa, se las llevan a casa o al trabajo.
7.- A manera de prueba piloto, se limpió un sector de una de las calles céntricas, donde se retiraron 1,500 chicles pegados. Al día siguiente, estaba cubierta nuevamente.
8.- Los botes públicos para basura siguen tan limpios como cuando se instalaron. Nadie los usa.

Conclusiones:
a) Se debe incorporar un antiséptico fuerte en la goma para que no desarrolle ni transmita enfermedades
b) Se debe agregar un aditivo que impida que se adhiera a la calle
c) Se premiará a aquellos que le atinen al bote para basura con un paquete de chicles (rayos con ésta)

Pero no hubo manera de incorporar las soluciones pues la tecnología de Tontilandia no da para tanto. Quisieron ponerle alcohol y todos agarraron una fantástica borrachera, hasta los niños. Se cambió por enjuage bucal pero se evapora tan rápido que no funcionó. Le agregaron harina para evitar que se peguen en las calles pero una vez mascados quedan en estado pegajoso. Y no hubo modo de controlar a los despachadores automáticos de chicles pues eran saqueados tan pronto se terminaban de instalar.

Tan fácil que es que la población se eduque, pero no, en Tontilandia nadie tiene impulsos de autocontrol. El carnal Marchelo ordenó una gran dotación de plantillas para cubrir las suelas de sus zapatos cuando sale a supervisar obras.

¡Jijos, que país!

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