viernes, 12 de diciembre de 2008

CRÓNICAS DE TONTILANDIA 121208

INOCENCIO BUONONDA

Historias así ocurren dia tras dia en Tontilandia (y parece que en otras partes del globo pero nos interesa éste país por bobalicón) pero desafortunadamente le ocurrió a Don Inocencio Buononda, hombre bueno, gentil, de trato suave y andar sencillo. No le hacía daño a nadie, intentaba siempre ayudar a sus vecinos y sentía que era importante cooperar con su sociedad.

Don Inocencio vivía en la ciudad turística de Tontún, en el extremo departamento tontilandés de Cantina Rock. Ahí se avencindó años atrás buscando mejores perspectivas de vida para su familia y él. Decidió instalar un negocio que le llevó varias semanas tramitar, a tal grado que los empleados del gobierno municipal de Tontún se acostrumbraron a verlo por palacio. Incluso, cuando le fué entregada la licencia de funcionamiento después de haber cubierto un año anticipado de recolecta de basura, impuestos, copias y dádivas a cada empleado de ventanilla (23 en total) el mismísimo Presidente le pidió que surtiera a su administración con lo necesario que su negocio podía proporcionar: se dedicaría a repartir artículos de papelería y oficina.

Se presentó también en distintos hoteles, agencias de viaje, transportistas, restaurantes (aprendió que no se dice restorán), líneas aéreas y diversos negocios más de la industria del turismo. La felicidad campeaba en la vida del Sr. Buononda y todos sus clientes estaban muy satisfechos con su puntualidad y responsabilidad. Su negocio crecía, pero en apariencias.

Desafortunadamente, cada día de cobranza Don Inocencio se retiraba de las ventanillas del gobierno, hoteles y negocios con la misma cantaleta: "no salió cheque, regrese en 15 días". Esto provocó que sus finanzas se comprometieran, no había retorno de sus inversiones, nadie le pagaba y sus proveedores se vieron obligados a cortarle el crédito pues sus cuentas se abultaron. Claro, si no le pagaban sus clientes, el poco dinero que reunía en ventas minoristas afuera de escuelas y universidades, era para que su familia comiera. Mientras, los gerentes y administradores, se retorcían las manos con sus jugosos movimientos evitando pagos a proveedores, pensando que así podían hacer crecer sus tesorerías. Incluso, el pagador oficial del Ayuntamiento le propuso al Sr. Buononda que si le daba una parte del pago, él se encargaría de agilizar los trámites. Pensando en que sería la única forma de recuperar tanto dinero que le debía la ciudad de Tontún, juntó los Tt5,000.00 (Tt=tontilines, moneda de tan sonso país) y se los dió al abusivo, quien le entregó a cambio puras excusas.

Para colmo de males, se enteró que tenía como límite el dia de hoy, 12 de diciembre para pagar el recibo de teléfonos. La benevolente y humana compañía de Teléfonos de Tontilandia (Teleton) lo amenazó con embargo por falta de pago, así que completamente sumido en sus cuitas, Don Inocencio se encaminó al banco para solicitar un préstamo y hacer el pago de su amenazante recibo, encontrando todas las sucursales cerradas por lo que dirigió sus pasos a la oficina de Teleton. Al llegar, la puerta le dió la puntilla a su existencia, pues estaba cerrada y no había forma de evitar el embargo. Ahí mismo el corazón se le murió de tristeza y ansiedad.

En Tontilandia el gobierno y las empresas mas poderosas son guadalupanas por lo que no laboran ese día. Y Don Inocencio Buononda apenas se enteró.

Ah, que pena.

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