DE LA CAVA DEL PATRÓN 051208
LA PRIMERA BICICLETA
Lucas fue un niño inquieto como pocos. Con un motor de altísimas revoluciones, combustible de octanaje elevadísimo y una imaginación exacerbada. Su hermosísima madre empezó a notar canas en su bellísima cabellera poco después del nacimiento de su primogénito.
Lucas gateó a las 9 meses, a los 11 corría y en su haber ya tenía varios encontronazos con el mundo real, pero nada le arredraba, ni siquiera el dolor. Y como le dijo su suertudota muchísimos años después: "qué barbaro, a tí no te duele el dolor". Frase célebre ya.
Pues Lucas recibió su primera bicicleta a los 5 años después de haber derribado muchas macetas y abollado el portón con su triciclo que era manejado ya a manera de cuadriga (Del lat. quadriga 1. f. Tiro de cuatro caballos enganchados paralelamente en línea. 2. f. Carro tirado por cuatro caballos de frente, y especialmente el usado en la Antigüedad para las carreras del circo y en los triunfos. Real Academia Española). Sus amedrentados padres decidieron que era tiempo de cambiar de cabalgadura y llegó el velocípedo en cuestión, con llantitas y todo. La explicación por parte del Ing. Saint-Martin fué simple y llana: "aquí te montas (alzando en vilo a Lucas, depositándolo firmemente en el asiento), tomas el manubrio y con los pies pedaleas".
Con las instrucciones rápidamente asimiladas y para evitar la destrucción de más macetas, el gran portón fue abierto y Lucas se lanzó como bólido por la banqueta. El pedaleo fue frenético y la velocidad meteórica. Pero en las instrucciones paternas hubo una falla ya que no fue contemplado el aspecto del frenado así que cuando a Lucas se le atravesó un árbol, no hubo reducción de velocidad alguna.
La fortuna quiso que el trompazo que se dió el niño dejando por muy poco enterrado un diente de leche, fuese exactamente afuera del consultorio del médico de la calle por lo que levantarlo, llevarlo a atención y curación fué cosa de segundos.
Lucas trató en vano desde ese día de ver la huella que dejó su diente en el árbol, riéndose cada vez que recordaba el asunto. Y el recio Ing. Saint Martin aclaró pertinentemente como era sencillo rodear a los obstáculos y reducir la velocidad. Pero el golpazo, no se lo pudo quitar nadie.
Ese día, brotó una cana más en la bellísima cabellera de su madre, Doña Lupita.
¡Rayos, que niño!
4 comentarios:
Mi Lucas, cuando vi la foto de Doña Lupita, pensé que era alguna suerte de tunel del tiempo donde aparecía tu hija Rosita en los años 50's. La genética es implacable, y la belleza no se hurta, se hereda.
Un abrazo.
Uh Zorombático.
Tocaste fibras sensibles y profundas. Te agradezco mucho tus conceptos. Ambas mujeres están en zona de adoración en mis sentimientos, al lado de mi suertudota.
Saludos,
JAJAJA!!! gracias x las flores a miguelito y a mi papi!!, lo mismo opinaron mis co-workers! son igualiiitas!!!!!!
Uh, sólo la verdad y nada mas que la verdad.
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