viernes, 11 de septiembre de 2009

DE LA CAVA DEL PATRÓN. Educación sexual.


Lucas llegó a la edad en que había que explicarle asuntos propios de la vida, cuando de niño pasó a puberto. Es de imaginar la escena en que su hermosísma Madre, doña Lupita le dijo con la propiedad materna cargada de preocupación a su esposo, el recio Ing. Saint-Martin: "tu hijo está en la edad en que debes hablar con él, antes de que cometa un error irreparable". Moles, órale, changos, chanclas, y toda una carretada de expresiones de frustración y coraje debieron surcar a velocidades inauditas en las neuronas paternas.

Y muy a fuerza, obligado ante la razón y la mirada imperativa de doña Lupita, el recio Ing. Saint-Martin sacó a Lucas del juego en el que estaba y lo subió sin escuchar sus protestas al "vocho" verde y le dijo que iban a la Universidad donde él daba clases a firmar un papel. Lucas no recibió más respuestas a sus protestas pues no entendía (y a la fecha le queda la sensación de que era para nunca entenderse) por que tenía que acompañarlo a firmar un papel.

Pero debido a que era un hecho consumado y ya estaban en movimiento, dadas las circunstancias Lucas recibió como compensación el libre uso de la radio en el auto, asunto por demás extraño ya que la música que deseaba escuchar se alejaba completamente del gusto de su Padre. Pero encantado aprovechó la ocasión y durante todo el trayecto estuvo agradecido de que no se cruzara palabra ni se dijera nada, así pudo concentrarse sin problemas ni distracciones en los éxitos recientes del rock en inglés.

Pero entrando al estacionamiento de la Universidad, la enorme mano del Ing. Saint-Martin calló totalmente la emisión musical, estacionó el "vochito" y sin salir, ante la intrigada mirada del niño, le dijo: "Ten mucho cuidado con las mujeres". Se bajó y caminó hacia el edificio.

Lucas recibió, asimiló, aprobó y se graduó en el curso de educación sexual que en fast-track le dió su Padre. Al menos, el recio Ing. Saint-Martin sintió que había cumplido con la órden materna.

El niño tardó cinco minutos en reaccionar y tratar de entender el asunto y sólo 2 segundos en olvidarlo.

Ah, que tiempos tan inocentes...

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