viernes, 21 de agosto de 2009

DE LA CAVA DEL PATRÓN. La bici asesina


Cuando Lucas y sus amigos tomaron un verano el gusto por andar en grupo en bicicletas, no sabían que a sus doce años terminarían el peligro de ir al hospital.

Sus andanzas implicaron desde carreras, intentos por hacer "caballitos", chirriar llantas al frenar, saltos y hasta justas medievales usando tubos de cartón que algún dia fueron el alma de rollos de alfombra. Pero la máxima prueba llegó cuando usaron la calle más empinada para tomar velocidad. Subían empujando las bicicletas, que el grado de inclinación hacía imposible el pedaleo; probaron diferentes distancias y experimentaron la velocidad. El final de la calle inclinada, se unía a una gran avenida que lucía un hermoso y amplio camellón con juegos y árboles frondosos.

Y decididos a experimentar al extremo, decidieron subir quebrando la marca anterior, hasta donde ya no podían trepar más. Y desde ahí, cada uno cabalgó su jamelgo mecánico: Lucas, la reliquia paterna que por ser pesada, tenía estabilidad a toda prueba, el labioneta su saeta ligera, joaco con llantas cortas y pompillo con su bici-chopper. Era su gran orgullo, en todo momento trataba de emular los movimientos de las motocicletas de campo-traviesa, sin embargo carecía de frenos delanteros. Y eso nunca le preocupó, hasta ese dia.

Bajaron pedaleando frenéticamente y cuando la gravedad superó las revoluciones de sus piernas, tuvieron que dejar obrar a la naturaleza retirando los pies. Sin embargo, cerca del final, a pompillo le ganó la inestabilidad. Su chopper se movía hacia un lado y hacia el otro, intentando el loco amigo de Lucas sostenerse. Y por ese motivo, ya no logró regresar los pies a los pedales cuando se le acabó la calle y brincó al camellón, deteniendo su loca carrera cuando dando tumbos, abrazó un arbol.

Escuchamos un tremendo ¡UF! y nos dimos cuenta que su descendencia estaba en grave peligro, ya que ese abrazo no solo fue de brazos, las piernas también rodeaban el tronco delgado del árbol. Con ojos desorbitados, empezó a resbalar a tierra hasta que terminó sentado en el pasto y rodó con ambas manos cubriendo su entrepierna.

Duranta la siguiente semana, no pudo montar a su bicicleta, ni sentarse con facilidad.

Hoy es padre orgulloso, pero estuvo a punto de abandonar la posibilidad. Mientras Lucas y sus amigos, le encajaban toda clase de bromas. Y ¿cómo no hacerlo?

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