MI PADRE

La imágen paterna es y será un pilar en la formación de los individuos, ya que el ser humano aprende muchas de sus conductas características por imitación. Y al seguir el ejemplo mas cercano, imita y aprende esas actitudes. Las figuras mas sólidas y cercanas, son el padre y la madre. Tan distintas pero complementarias a la vez para cualquier niño.


Mi Padre, ha sido un hombre en toda la extensión de la palabra, en sentido estricto y figurado, extendido y hasta idealizado. Prevalecieron en él durante toda su vida la seriedad, el compromiso, honestidad a toda prueba, responsabilidad y rectitud.


Nacido el 14 de diciembre de 1928, acaba de cumplir su octava década de vida. Vió su primera luz en el Distrito Federal, hijo de un descendiente de un inmigrante francés Luis Saint-Martin Chávez y Jovita Espinosa, poblana con arraigo de campo.


De niño, fue sumamente inquieto al grado de que era amenazado con enviarlo al hospicio que se asentó cerca de donde vivían. Sin embargo, cuando veía pasar a los internos les gritaba muy contento: "Mañana me voy con ustedes".


Culminó sus estudios con la generación de 1949 de la Facultad de Ciencias, recibiendo el título de Ingeniero Químico, motivo de orgullo para toda su familia. Celebró con sus compañeros la culminación de estudios con un viaje a Europa, donde conocieron al viejo continente y varias factorías relacionadas con sus estudios.


Trabajó siempre en la fabricación de pinturas y recubrimientos anticorrosivos en distintas firmas, siendo muy respetado y reconocido en la industria por su seriedad y conocimientos.


Fue catedrático en la Universidad Nacional Autónoma de México hasta su retiro, enseñando la disciplina de física, con toda disciplina. Recuerdo mucho que durante la navidad en casa, al momento de calificar a sus alumnos, todos los hijos le pedíamos que les hiciera un regalo por fin de año y les pusiera al menos un 6, él con rostro adusto y voz firme se negaba: "¿Cómo ayudar a quien se equivoca incluso al escribir su nombre?".


Contrajo matrimonio con Doña Guadalupe Rodríguez Hernández en 1959 procreando una familia de 4 hijos: Luis, Laura, Eduardo y Edith con quienes convivió durante toda su existencia. Tuve la enorme fortuna de compartir experiencias de gran emoción como asistir con él a los XIX Juegos Olímpicos en México, desde la inauguración hasta la clausura.

Me preparó física y técnicamente para competir en el año 1968 en salto de longitud llevándome hasta obtener la medalla de oro. Juntos, estuvimos en el campeonato mundial de Futbol de 1970 en México, estando igual desde la inauguración, pasando por el partido del siglo y por supuesto, la final donde Brasil se apropió a perpetuidad de la estatuilla Jules Rimet.


Desde el principio, quiso mi padre que la formación académica fuese la mejor posible y se procupó por inscribirnos en lo que consideró las mejores escuelas, con altísimo nivel académico y multilingual. Los resultados, fueron muy satisfactorios en todos sus hijos.

Llegado el momento, se jubiló tanto del ámbito académico como del fabril, dedicando tiempo a su gran pasión: el tennis. Su cariño por el deporte y la formación física, han sido fundamentales en mi vida. Conocí gracias a él, en el Club Deportivo Mundet de la ciudad de México el placer de la natación, squash, tennis, futbol, frontón, frontenis y la vida en familia durante el fin de semana.


Mi Padre, está llegando al final del camino. Hoy, su vida se extingue y aún así, lucha y se resiste a dejar éste mundo con facilidad. Su paso por la vida ha dejado honda huella y veo en mis hijos el gran cariño que sembró entre todos nosotros. Hoy, que viven lejos, tanto Luis como Rosa María están al pendiente, saben lo importante que ha sido su abuelo y el cariño que le tienen servirá de ejemplo para toda su vida y podrá reproducirse.

Padre mío, todos los valores nobles y grandes que han caracterizado tu vida, están a salvo, tienen continuidad y perdurarán por mucho tiempo. Puedes estar tranquilo de que tu tarea fue hecha con pulcritud y responsabilidad.


Te amo.