EL POR QUÉ DE LAS COSAS 281108
HILARIDAD
Con frecuencia oímos que tal o cual palabra «no se debe usar» o «no está admitida» porque es un ‘anglicismo’ o un ‘galicismo’, cuando lo cierto es que los diccionarios españoles están repletos de palabras provenientes del francés y de inglés, entre muchas otras lenguas. Es muy frecuente que acaben consagradas por el uso, recogidas a regañadientes en los diccionarios y finalmente se olvide su origen ‘impuro’.
Uno de esos vocablos es hilaridad: desaprobado hacia 1867 como “galicismo” por el filólogo venezolano Rafael María Baralt, primer americano incorporado a la Academia Española, quien recomendaba emplear ‘regocijo’ o ‘risa’ en lugar de hilaridad.
En la realidad, la palabra proviene del latín hilaritas, hilaritatis (alegría, buen humor), pero no permaneció en el romance castellano, sino que llegó a nuestra lengua en la primera mitad siglo XIX, derivada de los vocablos franceses hilare e hilarant (risible, hilarante). Esta historia acabó en 1884, cuando la palabra fue incorporada al Diccionario de la Academia y su origen ‘espurio’ quedó relegado al olvido, como suele ocurrir.
Y como un divertimento del idioma, les dejo ésta nota periodística aparecida hace unas semanas en el periódico abajo citado.
Traducen farmacias extrañas peticiones de sus clientes
El periodista gallego Carlos García Costoya ha recopilado en el libro
Anécdotas de farmacéuticos. ¿Turno de guardia o en guardia? (Styria)
centenares de estas situaciones, algunas casi inverosímiles
EFE
El Universal
Barcelona Sábado 25 de octubre de 2008
08:39
Pedir locutorio, en vez de colutorio; aspirinas fluorescentes, por efervescentes; calmantes contaminados, en lugar de los más sanos vitaminados o "Piterpán" por Primperán, son algunas de las "traducciones" que diariamente deben hacer los farmacéuticos ante las peticiones que reciben de sus clientes.
El periodista gallego Carlos García Costoya ha recopilado en el libro "Anécdotas de farmacéuticos. ¿Turno de guardia o en guardia?" (Styria) centenares de estas situaciones, algunas casi inverosímiles, aunque él asegure que no "son leyendas urbanas", ya que la ingenuidad, la sencillez, pero también una escatología poco pudorosa de algunos de sus clientes, supera la ficción más elaborada.
Casi todos hemos tenido problemas al "enfrentarnos" a la pronunciación de los extraños nombres comerciales con que las grandes empresas farmacéuticas "bautizan" sus productos, sobre todo hasta que éstos se hacen populares, y son muchos también los que tienen dificultades para
comprender las prescripciones y las formas de aplicación de algunos de ellos.
Nadie como los farmacéuticos para explicar hasta dónde llega la creatividad de los españoles a la hora de solicitar algún medicamento, que obliga a estos profesionales a echarle mucha imaginación para que el cliente-paciente se vaya satisfecho.
Así, el que pidió 'supositorios de nitroglicerina', regresó a su casa con unos menos peligrosos de glicerina; quien fue a buscar "agua exagerada", se quedó con una más discreta oxigenada, y el hombre que pidió unos profiteroles, se fue mucho más contento con su caja de profilácticos que si, como reclamaba, le hubieran entregado unos pastelitos rellenos de nata.
Con la colaboración de varios amigos farmacéuticos, quienes a su vez han contactado con otros colegas, García Costoya ha confeccionado un libro, plagado de "alucinantes" momentos, con los que, no obstante -afirma- no quiere "faltarle el respeto a nadie", y que sorprendentemente demuestra que muchas de las historias incluidas se repiten en farmacias de toda España.
Algunas peticiones son verdaderos jeroglíficos del lenguaje y lo visual: "Consuelo, dame esa pomada roja y negra... el trono del Cid, que me va tan bien para las piernas", le pidió una clienta a su farmacéutica madrileña de toda la vida, quien enseguida dedujo que se estaba refiriendo a la crema Trombocid, que se distribuye en cajas de color...
¡amarillo y negro!.
Para García Costoya, que en su libro hace además un repaso de la forma de presentación de los medicamentos que hay en el mercado, esta variedad provoca que los clientes tengan ciertas confusiones, como la mujer murciana que se quejaba al farmacéutico de que su médico casi le había echado de la consulta por pedir "sexooral", cuando lo que realmente pedía era una receta de Seroxat.
Los preparados más comunes no se libran de la confusión, es el caso del suero fisiológico -solicitado como suero morfológico o suero psicológico, entre otros neologismos improvisados-, ni tampoco los encargos que las mujeres hacen a sus maridos: "Necesito anillos de los Nibelungos" cuando, realmente, lo que su mujer le había pedido que comprara eran unos anillos vaginales Nuvaring.
A veces, las peticiones además de cómicas son imposibles de cumplir. "He oído en la tele lo del 'tikis mikis' -por el parásito anisakis- del pescado y quiero algo para fumigarlo y podernos comer el pescado fresco", o esta otra: "El viernes pasado -la consulta en la farmacia tenía lugar un martes- tuve relaciones con un chico. ¿Me puedes dar la píldora del día después?".
La forma de administrar los medicamentos genera también diálogos indescriptibles, como el marido sorprendido ante el farmacéutico por que el supositorio que su esposa se ha enganchado a una nalga con una tirita no haga efecto, o el paciente contrariado por el sabor desagradable que tiene un enema, o la mujer que intentó "ponerle" una pastilla de Nolotil en cápsula a su hija en el oído.
También sin desperdicio son las narraciones que en confianza suelen hacer estos clientes sobre su historial médico: "ayer en el Hospital Camilo Sesto (por San Camilo) me hicieron un escarnio (escáner)" o "Por los sudores que tengo, creo que ya me ha llegado el delirium tremens gestacional" (más conocido como menopausia).
El periodista asegura que ha querido rendir un homenaje a la labor que desarrollan los farmacéuticos para informar con paciencia, y a quienes muchos ciudadanos acuden diariamente buscando consejos y remedios, aunque en ocasiones les cueste expresarlo con claridad.
El periodista gallego Carlos García Costoya ha recopilado en el libro "Anécdotas de farmacéuticos. ¿Turno de guardia o en guardia?" (Styria) centenares de estas situaciones, algunas casi inverosímiles, aunque él asegure que no "son leyendas urbanas", ya que la ingenuidad, la sencillez, pero también una escatología poco pudorosa de algunos de sus clientes, supera la ficción más elaborada.
Casi todos hemos tenido problemas al "enfrentarnos" a la pronunciación de los extraños nombres comerciales con que las grandes empresas farmacéuticas "bautizan" sus productos, sobre todo hasta que éstos se hacen populares, y son muchos también los que tienen dificultades para
comprender las prescripciones y las formas de aplicación de algunos de ellos.
Nadie como los farmacéuticos para explicar hasta dónde llega la creatividad de los españoles a la hora de solicitar algún medicamento, que obliga a estos profesionales a echarle mucha imaginación para que el cliente-paciente se vaya satisfecho.
Así, el que pidió 'supositorios de nitroglicerina', regresó a su casa con unos menos peligrosos de glicerina; quien fue a buscar "agua exagerada", se quedó con una más discreta oxigenada, y el hombre que pidió unos profiteroles, se fue mucho más contento con su caja de profilácticos que si, como reclamaba, le hubieran entregado unos pastelitos rellenos de nata.
Con la colaboración de varios amigos farmacéuticos, quienes a su vez han contactado con otros colegas, García Costoya ha confeccionado un libro, plagado de "alucinantes" momentos, con los que, no obstante -afirma- no quiere "faltarle el respeto a nadie", y que sorprendentemente demuestra que muchas de las historias incluidas se repiten en farmacias de toda España.
Algunas peticiones son verdaderos jeroglíficos del lenguaje y lo visual: "Consuelo, dame esa pomada roja y negra... el trono del Cid, que me va tan bien para las piernas", le pidió una clienta a su farmacéutica madrileña de toda la vida, quien enseguida dedujo que se estaba refiriendo a la crema Trombocid, que se distribuye en cajas de color...
¡amarillo y negro!.
Para García Costoya, que en su libro hace además un repaso de la forma de presentación de los medicamentos que hay en el mercado, esta variedad provoca que los clientes tengan ciertas confusiones, como la mujer murciana que se quejaba al farmacéutico de que su médico casi le había echado de la consulta por pedir "sexooral", cuando lo que realmente pedía era una receta de Seroxat.
Los preparados más comunes no se libran de la confusión, es el caso del suero fisiológico -solicitado como suero morfológico o suero psicológico, entre otros neologismos improvisados-, ni tampoco los encargos que las mujeres hacen a sus maridos: "Necesito anillos de los Nibelungos" cuando, realmente, lo que su mujer le había pedido que comprara eran unos anillos vaginales Nuvaring.
A veces, las peticiones además de cómicas son imposibles de cumplir. "He oído en la tele lo del 'tikis mikis' -por el parásito anisakis- del pescado y quiero algo para fumigarlo y podernos comer el pescado fresco", o esta otra: "El viernes pasado -la consulta en la farmacia tenía lugar un martes- tuve relaciones con un chico. ¿Me puedes dar la píldora del día después?".
La forma de administrar los medicamentos genera también diálogos indescriptibles, como el marido sorprendido ante el farmacéutico por que el supositorio que su esposa se ha enganchado a una nalga con una tirita no haga efecto, o el paciente contrariado por el sabor desagradable que tiene un enema, o la mujer que intentó "ponerle" una pastilla de Nolotil en cápsula a su hija en el oído.
También sin desperdicio son las narraciones que en confianza suelen hacer estos clientes sobre su historial médico: "ayer en el Hospital Camilo Sesto (por San Camilo) me hicieron un escarnio (escáner)" o "Por los sudores que tengo, creo que ya me ha llegado el delirium tremens gestacional" (más conocido como menopausia).
El periodista asegura que ha querido rendir un homenaje a la labor que desarrollan los farmacéuticos para informar con paciencia, y a quienes muchos ciudadanos acuden diariamente buscando consejos y remedios, aunque en ocasiones les cueste expresarlo con claridad.
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