DE LA CAVA DEL PATRÓN 071108
LAS PRIMERAS PATINETAS
Lucas cuando fue niño recibió como obsequio a sus 6 años un artefacto llamado "Sky Ski" formado por una tabla de madera pequeña con dos líneas rojas de un compuesto antiderrapante y ruedas chicas de pasta, dos adelante y dos atrás. Y por su corta edad e inexperiencia ante tal artificio, Lucas decide que lo mejor es aprender a moverla desde el principio, desde lo mas elemental. ¿Frena? no. ¿Da vuelta? si. ¿Se usa de pie o sentado? De pie pero se usará al principio en cuclillas impulsada por la pierna izquierda, tomándola con ambas manos en el frente y apoyando la rodilla derecha en la tabla.
Así, iniciaron las prácticas de Lucas con su nueva Sky Ski, que para mayor facilidad todo mundo llamó patineta. Los patios eran pistas perfectas para acostumbrarse al movimiento vertiginoso. Pero llegar al club Mundet donde la familia pasaba los fines de semana, era el tiempo para soltar toda la adrenalina que porporcionaba el desbocado aditamento.
En forma de bólido, Lucas surfeaba por las vías que serpentean al club, con curvas y dada su ubicación geográfica, subidas y bajadas.
Precisamente, un sàbado durante la visita al club, Lucas lleva su patineta y el ánimo encendido pues està dispuesto a romper todos los registros de velocidad existentes (que por cierto, no habìa uno solo pero en su muy revolucionada imaginación había y muchos).
Además, esa mañana estaba dispuesto a dominar a la bajada máxima que le llevaba de la zona de la alberca, pasando debajo del puente peatonal que la unía con el asoleadero, cruzando la calzada principal a una velocidad de alarido y continuar a un costado de las canchas de tenis para terminar al fondo del club en unos cuantos segundos.
Hizo varios intentos frenando el impulso que le aumentaba la velocidad constantemente para no provocar un accidente a algún peatón distraído, niño o anciano. Se familiarizó con las zonas delicadas como entronques, desniveles y curvas. Y una vez satisfecho, preparó el lanzamiento.
Se montó en su bólido en cuclillas e inició el alocado descenso impulsado por la pierna libre y cuando el impulso fué suficiente, recordando a los atletas de "bobsled" de juegos invernales, se recogió sobre la patineta. Cruzando a una velocidad tremenda el puente peatonal se preparó para la parte crítica: el entronque con la calzada principal. Gritando advertencias se acercó en cuestión de segundos y la cruzó limpiamente teniendo tiempo apenas de observar a algunos testigos azorados.
Feliz con su triunfo, no reparó en una coladera redonda que atrapó las ruedas delanteras de la patineta frenandola tan bruscamente que Lucas continuó su trayectoria sin el vehículo. Una vez que la ley de la gravedad obró forzándolo a regresar al planeta después de haber volado varios metros, aterrizó y frenó con el cachete derecho.
A pesar de que las raspaduras fueron a nivel de quemaduras, el cerebro infantil de tan intrépido patinetador tan sólo funcionó en un sentido: ¿dónde está mi patineta?
El dolor se ha olvidado en el tiempo, no quedaron huellas de tan aparatoso accidente pero persiste en Lucas el tremendo regaño de su hermosísima madre.
Y, ¿qué vamos a hacerle? Niño, inquieto y con tanta energía, habría que esperar a sanar para intentarlo nuevamente.
Así, iniciaron las prácticas de Lucas con su nueva Sky Ski, que para mayor facilidad todo mundo llamó patineta. Los patios eran pistas perfectas para acostumbrarse al movimiento vertiginoso. Pero llegar al club Mundet donde la familia pasaba los fines de semana, era el tiempo para soltar toda la adrenalina que porporcionaba el desbocado aditamento.
En forma de bólido, Lucas surfeaba por las vías que serpentean al club, con curvas y dada su ubicación geográfica, subidas y bajadas.
Precisamente, un sàbado durante la visita al club, Lucas lleva su patineta y el ánimo encendido pues està dispuesto a romper todos los registros de velocidad existentes (que por cierto, no habìa uno solo pero en su muy revolucionada imaginación había y muchos).
Además, esa mañana estaba dispuesto a dominar a la bajada máxima que le llevaba de la zona de la alberca, pasando debajo del puente peatonal que la unía con el asoleadero, cruzando la calzada principal a una velocidad de alarido y continuar a un costado de las canchas de tenis para terminar al fondo del club en unos cuantos segundos.
Hizo varios intentos frenando el impulso que le aumentaba la velocidad constantemente para no provocar un accidente a algún peatón distraído, niño o anciano. Se familiarizó con las zonas delicadas como entronques, desniveles y curvas. Y una vez satisfecho, preparó el lanzamiento.
Se montó en su bólido en cuclillas e inició el alocado descenso impulsado por la pierna libre y cuando el impulso fué suficiente, recordando a los atletas de "bobsled" de juegos invernales, se recogió sobre la patineta. Cruzando a una velocidad tremenda el puente peatonal se preparó para la parte crítica: el entronque con la calzada principal. Gritando advertencias se acercó en cuestión de segundos y la cruzó limpiamente teniendo tiempo apenas de observar a algunos testigos azorados.
Feliz con su triunfo, no reparó en una coladera redonda que atrapó las ruedas delanteras de la patineta frenandola tan bruscamente que Lucas continuó su trayectoria sin el vehículo. Una vez que la ley de la gravedad obró forzándolo a regresar al planeta después de haber volado varios metros, aterrizó y frenó con el cachete derecho.
A pesar de que las raspaduras fueron a nivel de quemaduras, el cerebro infantil de tan intrépido patinetador tan sólo funcionó en un sentido: ¿dónde está mi patineta?
El dolor se ha olvidado en el tiempo, no quedaron huellas de tan aparatoso accidente pero persiste en Lucas el tremendo regaño de su hermosísima madre.
Y, ¿qué vamos a hacerle? Niño, inquieto y con tanta energía, habría que esperar a sanar para intentarlo nuevamente.
Pero ahora, de pie.
¡Ah, bárbaro!
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio