viernes, 26 de septiembre de 2008

CABEZA DE CUENTO 260908

AMOR, HUELES A PURO DIESEL


Después de la tempestad viene la calma.

Me llenó de gusto confirmar la conseja popular. aunque fuera por un instante, me llenó de gusto. Y no era para menos; el firmamento de esa noche estaba tan claro, que se asomaron todas las estrellas tan sólo para vernos trabajar. Disfrutamos de una noche perfecta sin luces en la ciudad ni nubes en el cielo.

Después del huracán GILBERTO, Cancún se sumió en una prolongada penumbra. No había electricidad, agua, hielos y sí mucho calor. Todos los que tuvimos el enorme deseo de poner a trabajar la vieja planta de emergencia de la radiodifusora, nos reunimos desde temprano en los terrenos del enorme transmisor, allá por la ruta siete, en donde la ciudad terminaba, junto al corralón de tránsito. No había más Cancún.

Habíamos conseguido un generador a gasolina para los estudios unas horas antes, pero el transmisor, aún seguía mudo por la falta de electricidad. Un mecánico hizo toser el motor emergente, mientras que el embobinador secaba con un soplete la armadura del generador que sudaba al igual que todos los que presenciamos la resucitación.

Ese fue un dia muy largo. Casas, calles, comercios: todo urgía de ser reparado. Por fuera y por dentro. El ánimo, el deseo, la esperanza: todo quedó lastimado por una fuerza que no esperábamos. Y nos arrebató de un soplido la arrogancia.

Desde que tosió con pereza por primera vez la máquina, supimos que estábamos muy cerca de lograrlo. Pronto, nuestra raspada ciudad tendría voz nuevamente. Los corazones brincarían con esperanza al darse cuenta que poco a poco, día a día, todo regresaría al camino de la normalidad.

Y sentir orgullo, al conseguir una tarea casi imposible, cobijados por millones de estrellas, fue cosa fácil.

Pronto cambiamos las ideas y esperanzas por el esfuerzo de mejorar las precarias condiciones del motor y su misión: hacer hablar a miles de radios ansiosos por comunicar que sí, aquí seguíamos todos. Hubo que doblar un ancho perfil de aluminio y adaptarlo como tubo primitivo de escape. Reímos a más no poder entre asfixios. El monstruo estrenaba un mofle hecho con "ingeniería quintanarroense", que hacía respirable el aire.

Cuando se trenzaron los cables del generador con los del transmisor, observamos con el ansia de la noche de reyes, a un enorme gabinete encender su secuencia multicolor y obsequiarnos una hermosa portadora de señal de radio ya entrada la noche.

Mañana sería otro día. Para que fuese perfecto, había que dejar todo preparado. Y al llenar el tanque de combustible, nos regaló el motor su aroma que nos acompañó de regreso a casa y aunque fuese de madrugada, le arrugué la nariz a mi somnolienta esposa quien entre sueños y reproches me recibió con un; "Ay, amor. Hueles a puro diesel".

¡Uf! Broche de oro para un largo, largo dia...

Tito Lívido

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