viernes, 23 de abril de 2010

DE LA CAVA DEL PATRÓN. La Montaña.


Durante los 70´s, después de haber vivido la copa Jules Rimet México 70 con su padre, el recio Ing. Saint-Martin, Lucas estaba en una etapa de euforia incontenible, y se reflejaba en constantes castigos, locuras con los amigos y una imaginación cada vez más aventurera.

Durante una tarde de vacaciones, Lucas y sus amigos deambulaban por las calles charlando, riendo y buscando algo de interés con que pasar el tiempo. Andando y andando se toparon con una construcción en el fraccionamiento vecino al que habitaban y ahí estaba una montaña majestuosa, enorme y llena de aventuras, de pura arena. Dado que era fin de semana, los trabajadores ya estaban hilados en el pulque, trenzados con sus amantes o viajando a sus hogares. Y eso, les dejó el camino abierto a los chicos para excavar, hacer carreteras, jugar al alpinismo y culminar el día con un deporte extremo: el salto al vacío desde la cúspide.

Notaron que en la parte baja, en la base de la montaña de arena, se acumulaba por la fuerza natural de la gravedad una cantidad importante de tierra, lo que con seguridad amortiguaría su caída. Así que encontraron un camino sencillo a la parte alta, rodeando por atrás entre maderas y ladrillos. Desde lo alto, bastó con un par de pasos de carrera y así conseguir el ímpetu necesario para volar durante un par de segundos y caer en un mullido amortiguador de arena, para enterrarse hasta los tobillos.

Lucas, buscando la mejor marca, consiguió tres pasos de carrera, durante su corto vuelo no dejó de mover los brazos ni las piernas, lo que extendió su recorrido y llegó hasta el final con una velocidad tremenda, estableciendo la marca que permaneció imbatible durante la época de infancia.

Pero desenterrar a Lucas de la arena, fué un trabajo titánico pues las carcajadas de todos impedían la eficiencia al cavar, la energía se escapaba irremediablemente por las bocas y todos caían sobre sus espaldas víctimas de los estertores de la risa.

Durante muchos minutos, las rodillas de Lucas estuvieron bajo el arena, pues hasta el fondo llegaron sus pies. Y dado que la risa es contagiosa, sentado sobre la montaña de arena, pasaron una tarde de sábado inolvidable, hasta que fué liberado.

Ah, la infancia. Juventud, divino tesoro...

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