viernes, 5 de junio de 2009

DE LA CAVA DEL PATRÓN Explosivo Casero


Lucas al momento de concluir su educación secundaria, se vio en una situación bastante complicada. No solamente era tierra fértil para los barritos y el acné, su voz parecía como un motor fuera de tiempo y chirriaba como carreta vieja. Le crecieron desproporcionadamente las orejas, la nariz y los labios. Tan es así que su apodo al momento, era una paráfrasis de un grupo musical disco llamado "Labionda".

Mentalmente vivía, paradojas de la vida, la mayor parte del día en la luna y el resto del tiempo lo ocupaba en ir y volver. Pero el desastre aumentó con la distracción y poca docilidad que presentaba en conducta. La escuela llena de sacerdotes gringo-fascistas, lo sometían constantemente a juicios inquisidores. Y como era la época de pelos largos, tener el copete cubriendo las cejas era una ofensa peor que el robo.

Así, huelga decir que al final del tercer nivel de secundaria, el atraso que tenía Lucas en distintas asignaturas era colosal, al grado de que tuvo que cursar nuevamente ese grado escolar. La única escuela que recibía a ese tipo de estudiantes era, como es comprensible, poblada por la escoria estudiantil de la zona. Había estudiantes reprobados de toda clase de escuelas y sus edades variaban peligrosamente desde los 16 hasta los 22 años.

Con uno de sus compañeros, Maurizio, provenientes de la escuela medieval Centro Escolar del Lago, Lucas decide enderezar el rumbo. Se aplican juntos y obtiene con suma facilidad notas no solamente correctas, incluso destacadas. Y debido a ello, el profesor de química-física-biología, les pide ayuda para montar y surtir el laboratorio, inexistente a ese momento. Parten al centro de la ciudad de México para comprar todo tipo de reactivos, elementos, artículos, pócimas y aparatos necesario para las prácticas de la asignatura.

Concluído el montaje, Maruizio le pide al maestro una pastilla de Clorato de Potasio para experimentar. En su mente se fraguaba la intención de crear un explosivo de fabricación casera, añadiendo raspadura de cerillos y azúcar.

Al día siguiente, Maurizio se presentó mostrandole a Lucas un polvo blanco con apariencia sucia, dentro de un bote de aluminio que contuvo alguna vez un rollo de película fotográfica. En el pasillo, afuera del salón de clases, vertió sobre el barandal un poco del polvo y le aplicó la llama del encendedor: ¡FSCHHHH! chisporroteó la mezcla desilusionantemente. Reprobando el asunto, Lucas tomó el pequeño envase, vertió otra pequeña cantidad sobre el barandal y tomando el escalímetro de metal de Maurizio, le aplicó un golpe vertical a la mezcla estallando, con fuerza en sonido impactante, y en carcajadas Maurizio. Muy pronto, las risas se ahogaron cuando descubrieron los dos pubertos que la encargada de la disciplina estaba justo a sus espaldas.

La expulsión se hizo de inmediato, otorgándoles un dia de asueto al par inventor. Y para cerrar el asunto, doblando lo mas posilbe sobre si mismo el bote, decidieron mostrarle a todos compañeros el poder explosivo de la mezcla, en el baldío junto a la escuela. Prepararon una roca bastante grande y suficientemente plana en su superficie horizontal. Colocaron el bote en cuestión y tomando entre ambos otra roca enorme, llamaron a sus compañeros, quienes asomándose al ventanal observaron como los dos locos convertidos en experimentadores, dejaban caer el obús. La explosión fué considerable, no solo se escuchó en toda la colonia, sino que cimbró la construcción escolar.

De inmediato, los dos sonsos huyeron brincando el río que colindaba con la espalda de la escuela, justo a tiempo pues las autoridades escolares aparecieron en el lugar con una lividez evidente.

Los microterroristas juraron en ese instante enterrar para siempre sus ansias piromaníacas. Estaban igual de lívidos, o peor...

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2 comentarios:

A las 6/6/09, 8:18 , Blogger Miguel Miranda ha dicho...

Querido Lucas, edificante relato. Lo que nunca he entendido de las pedagogías mexicanas es el hecho de la expulsión; a mi, cada vez que me expulsaban me hacían un favor, porque eran como vacaciones donde aprovechaba como tú, para perfeccionar maldades. Luego volvías a clase como sin nada en espera de la siguiente "expulsación". Que tiempos... Ahora, cada expulsación voluntaria te cuesta un día de trabajo.

 
A las 6/6/09, 8:22 , Blogger LUCAS ha dicho...

Estimado Zorombas. Tienes toda la razón, esos eran castigos de "salva" y claro, no como ahora. Te expulsan, no comes.

Recordar es vivir...

 

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