LA JERINGA DE SANDÍA

DE LA CAVA DEL PATRÓN 060209

Cuando Lucas tenía 6 años, fue vacunado en su escuela y como premio de consolación por perforarle el brazo, le obsequiaron la jeringa de plástico, sin aguja.

Una vez lavada, la usó para diversas diabluras pues dadle un artificio como tal a una mente altamente volátil y tendréis en menos de un minuto al menos diez usos distintos, ninguno decente ni legal.

Al regresar a casa, fue llamado a sentarse a comer con sus hermanos. Su hermosísima madre iba y venía con platos humeantes, cubiertos, charolas con alimentos y una apetitosa y refrescante jarra de agua de sandía, que le permitió a Lucas crear el uso undécimo para su jeringa.

Sumergiéndola en su vaso con agua de sandía, impulsaba el refrescante líquido a su garganta en vez de tomarla como los demás. Por supuesto que al ser un acto clandestino, debía ser ejecutado mientras Doña Lupita entraba a la cocina. Los hermanos de Lucas, pedían una oportunidad de probar el jeringazo refrescante, so pena de acusarlo ante la máxima autoridad presente. En un arranque de resistencia, Lucas cargó de su vaso la totalidad de la jeringa y colocándola boca arriba en su puño y de un golpe en la mesa, comprimió el émbolo.

El agua de sandía se proyectó a alta velocidad hacia el techo del comedor, generando un diseño caprichoso de color rojo sobre el blanco del cielo raso, provocando una muy ligera lluvia granate sobre la mesa. Los tres niños tenían sus narices apuntando al capricho artístico cuando su hermosísima madre regresó a la mesa.


Contemplando a sus vástagos ensimismados hacia arriba, palmeó un par de veces y ordenó: ¡A comer!

Semanas después, Lucas escuchó a sus padres cuestionarse como pudo haberse desarrollado semejante mancha ya que por encima del comedor estaba una recámara y no había líquidos que podían traspasar. Secreta y orgullosamente, Lucas observó su creación que aunque había perdido brillantez, aún mostraba los tonos rojos de la sandía.

Fué su primera expresión artística de corte subrealista. ¡Vaya niño!