domingo, 22 de febrero de 2009

LA GUERRERA VALIENTE


Mientras volaba sobre el Valle de México a mi regreso, observaba a los volcanes asomar su blancura por entre las nubes y recordé mucho de lo que viví en la semana que hoy terminó, pero en especial la fuerza y coraje que tiene LA GUERRERA VALIENTE. Fue nombrada así por el director del hospital donde mi Padre transcurrió internado en enero. Ese mote no fue gratuito ni pretendió halagarle en ningún sentido. Se lo ganó por el empuje con que obligó a toda la planta de burócratas a trabajar por la salud del Ing. Saint Martin.

Y en este mes en que tuve que dejar todo lo que hace uno en domingo para estar presente en el funeral, ella demostró nuevamente la dura madera de la que la hicieron, observando como se le iba la vida a su compañero, con lágrimas en los ojos y el alma desgarrada, pero en una sola pieza, orquestó en todo momento las acciones a seguir: aviso a las autoridades, aviso a la funeraria, preparación del cuerpo, recepción a todos y cada uno de los dolientes, cremación, rosarios, cambios en las pensiones del IMSS, ISSSTE, aviso al IFE, bancos y una tramitología que pareciera nunca terminar.

Yo estuve presente en todos y cada uno de esos eventos, acompañándola, asistiéndola, cocinándole para que se concentrara en sus asuntos, consolándola, confortándola. Así que escribo con absoluto conocimiento de causa.

Observar su entereza fue enormemente aleccionadora, percibir el infinito amor por su marido fue mostrarme un camino ejemplar; su paciencia con todos los que le rodeamos mostró hasta donde puede el ser humano ennobolecer su estirpe; la forma en que ha cuidado la memoria de mi Padre, ha ratificado el título, ganado a pulso y sin dudas: LA GUERRERA VALIENTE, mi Madre.

¡Qué mujer!

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