viernes, 14 de noviembre de 2008

DE LA CAVA DEL PATRÓN 141108

APENDICITIS

Lucas al tener 11 años vivió una aventura médica fantástica, no pudo ser distinto para él. Fué objeto de invasión abdominal por su cirujano ya que era necesario quitarle una de las piezas mas inútiles que tiene el cuerpo del ser humano: el apéndice. Es un vestigio de la época en que los humanos eramos mas vegetarianos que carnívoros y tenía como función la digestión de la celulosa. A partir de la ingesta de carne como principal alimento, vino en receso dejando como única función, si es que así se le puede llamar, el enriquecimiento de los cirujanos.

Esa mañana, todo transcurrió normalmente en la vida de Lucas desde el despertar tan dulce de su hermosísima madre, el desayuno, las prisas por llegar a tiempo al colegio y las primeras clases. Al medio día, el asunto tendió a mejorar definitivamente pues fue anunciado un juego de futbol contra los de sexto grado. Lucas integraba al grupo de quinto y siempre le hacían morder el polvo (literalmente, la cancha era de tierra poblada por remolinos polvosos de generación espontánea) a los del grado superior.

La lucha fue encarnizada, feroz, ambos bandos entregaron sus mejores evoluciones cuando una bola por alto fué interceptada por Lucas, quien en tremendo brinco presentó el abdómen para amortiguarle la fuerza. Pero de manera inesperada un dolor agudo le obligó a encoger las rodillas hacia el pecho y caer como fardo al suelo, no sin antes elevar una considerable nube de polvo en forma de hongo pequeño.

El árbitro-entrenador silbó frenéticamente la interrupción del juego y dado que fué imposible separar las rodillas del pecho del pequeño Lucas, se decidió cargar con su humanidad enrollada hacia la enfermería, donde se determinó con toda precisión que no sabían que pasaba. Así que los códigos escolares dictaban que había que llamar a los padres y en un suspiro la hermosísima madre de Lucas ya lo estaba transportando al hospital. Antes de salir de casa, charló telefónicamente con el cirujano familiar quien por los síntomas diagnosticó apendicitis a Lucas y apendejitis al staff escolar.

Con destreza y prestancia, el escuálido cuerpo de Lucas fué lavado, preparada, pinchado, raquiado y anestesiado, sin darle tiempo a terminar de leer un cuento de Patolandia nue-ve-ci-to. El cirujano con movimientos rápidos, sustrajo al apéndice vermiforme con gangrena avanzada al 50% que pudo provocar una peritonitis y la muerte prematura del escritor de éste blog.

Mareado, desorientado y confundido pero con la mente fija en la edición sin terminar del cuento de Patolandia (Lucas lo recibió en el camino de manos de su hermosísima madre para evitar conductas inapropiadas), quiso continuar con su lectura. Pero ante la ausencia de cualquiero forma humana en su habitación hospitalaria, decidió bajar de su cama y tomar el pasquín. Al regresar al cuarto, Lupita (su hermosísima madre) se alegró al verle despierto pero intrigada por tener en sus manos al cuento, le preguntó: "Muchacho, ¿quien te dió ese cuento?" provocando su respuesta un alarido mayúsculo: "¡Muchacho, mira nada mas, como es que te bajaste, recién operado, no tienes consideración, una que te cuida tanto y tú no cooperas, bla, bla, bla, bla (del tipo materno)!" pero su tono fué enterneciéndose al ver la escena de su primogénito a salvo y leyendo.

El cirujano no tuvo tanta compasión pues su obra maestra perdió el tru-tru perfecto y ahora en la panza chelera de Lucas se observa una pequeña pero gruesa cicatríz que sin pudor, muestra al vestir el traje de baño.


¡Ah, que muchacho..!

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