viernes, 18 de marzo de 2011

CRÓNICA DE UNA BODA ANUNCIADA 4

Los prolegómenos para la ceremonia desgastaron a Lucas terriblemente. Salir un día antes de las 7 de la mañana al mercado de La Lagunilla, al momento preciso en que el judío abría su tienda de vestidos de novia. Les sugirieron algunas personas que estos comerciantes tenían como costumbre evitar que el primer cliente saliera sin adquirir algún producto, no importando el precio. Y como las finanzas obligaban al ahorro constante, entraron justo cuando el hombre retiraba la llave de la cerradura y capturaron su atención y un vestido rebajado casi un 70% bajo la norma en vigor. Trabajar, organizar impresión de invitaciones, las citas con el sastre que cosiera aquel corte inglés que adquirió tiempo atrás para una buena ocasión (¿sería ésta?), bebidas, comida, iglesia y lidiar con la gruesa carga de idioteces que decían tanto el gobierno como la iglesia. Todo dejó a Lucas en la emergencia energética cuando apoyó la cabeza para dormir su última noche de soltería.

La iglesia pululaba de mujeres emperifolladas y hombres engomados, niños en galas corrían por el atrio mientras se sentía el nerviosismo que generaba la ausencia del cura. No había sacerdote que oficiara la ceremonia y después de treinta minutos de espera, apareció el interfecto aparentemente curado del estómago que le descompuso un plato nocturno de birria. La entrega en el altar transcurrió de manera minimalista pues ni Lucas ni el novio pudieron articular más de 4 palabras: "Te Dejo a Mija..." "Gracias, mmmh, bueno, brps" y punto. Pasó lo que debía pasar y se dijo lo que se debía decir, el cortejo partió hacia el jardín de la recepción.

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