DE LA CAVA DEL PATRÓN. Fredy.
Las fantasías sobrenaturales has sido parte de la mente juguetona de Lucas, quien vive soñando y por las noches, sueña tan vívidamente que a la mañana siguiente, recuerda muy bien lo que experimentó. En la casa paterna de Las Arboledas, con su arquitectura colonial, esos elementos eran combustible de alto octanaje para sus historias, cuando se encendía la chimenea en noches frías, las sombras bailaban marcando el ritmo a su imaginación.
Pero hubo eventos que pasaron de los sueños a la realidad. Su hermosísima madre notó que por las mañanas, objetos decorativos en el trinchero del comedor, estaban movidos, cambiados de lugar o de plano, desaparecidos. Ocasionalmente se escuchaba a la pianola emitir algunas notas aleatorias cuando toda la familia estaba en la planta alta. A la hermana de Lucas, Abis, le empezó a rondar una sombra que lejos de espantarla, le cuidaba. Y las bromas aumentaron cuando a doña Lupita le desaparecían monedas, anillos, aretes e incluso, billetes.
La familia se acostumbró a convivir con quien no podían ver y fue bautizado como Fredy. Cada vez que alguien perdía algo, era común verle invocar en voz alta a Fredy comandándolo a devolver lo extraviado. Curiosamente, después de esa interpelación, el objeto perdido, aparecía en el sitio en que debiera estar originalmente.
Un domingo en que Lucas ya no vivía con sus padres y que había jugado tenis con su Padre, el recio Ing. Saint Martin, se quedó bañándose en la casa paterna, mientras la familia se había adelantado para comer en la casa de las tías. Mientras estaba solo en la ducha, empezó a escuchar el conocido sonido del taburete del tocador de sus hermanas, arrastrarse por el piso.
Sabiéndose solo en la casa no cerró la puerta del baño, corrió la cortina y observó al mismo tiempo en que se ponía la carne de gallina como el taburete se arrastraba hacia otra habitación sin que nadie visible lo moviera. Presa de la inquietud por la visión, comandó en voz alta a Fredy para que dejara de jugar. El taburete regresó a su sitio.
Lucas abrevió su baño, se vistió apresuradamente y sin peinarse partió a alcanzar a su familia. Al verlo su hermosísima madre lo reprendió por lo descuidado de su aspecto, pero al contarle de la visión, comprendió que ningún peine entraría en ese momento pues los pelos estaban parados de punta por el terror, más que por descuido.
Tiempo después, sus padres vendieron esa casa y la relación con Fredy concluyó. Aún se le recuerda como un miembro más de la familia. Muy juguetón pero asunto sobrenatural.
Ay, nanita...
Pero hubo eventos que pasaron de los sueños a la realidad. Su hermosísima madre notó que por las mañanas, objetos decorativos en el trinchero del comedor, estaban movidos, cambiados de lugar o de plano, desaparecidos. Ocasionalmente se escuchaba a la pianola emitir algunas notas aleatorias cuando toda la familia estaba en la planta alta. A la hermana de Lucas, Abis, le empezó a rondar una sombra que lejos de espantarla, le cuidaba. Y las bromas aumentaron cuando a doña Lupita le desaparecían monedas, anillos, aretes e incluso, billetes.
La familia se acostumbró a convivir con quien no podían ver y fue bautizado como Fredy. Cada vez que alguien perdía algo, era común verle invocar en voz alta a Fredy comandándolo a devolver lo extraviado. Curiosamente, después de esa interpelación, el objeto perdido, aparecía en el sitio en que debiera estar originalmente.
Un domingo en que Lucas ya no vivía con sus padres y que había jugado tenis con su Padre, el recio Ing. Saint Martin, se quedó bañándose en la casa paterna, mientras la familia se había adelantado para comer en la casa de las tías. Mientras estaba solo en la ducha, empezó a escuchar el conocido sonido del taburete del tocador de sus hermanas, arrastrarse por el piso.
Sabiéndose solo en la casa no cerró la puerta del baño, corrió la cortina y observó al mismo tiempo en que se ponía la carne de gallina como el taburete se arrastraba hacia otra habitación sin que nadie visible lo moviera. Presa de la inquietud por la visión, comandó en voz alta a Fredy para que dejara de jugar. El taburete regresó a su sitio.
Lucas abrevió su baño, se vistió apresuradamente y sin peinarse partió a alcanzar a su familia. Al verlo su hermosísima madre lo reprendió por lo descuidado de su aspecto, pero al contarle de la visión, comprendió que ningún peine entraría en ese momento pues los pelos estaban parados de punta por el terror, más que por descuido.
Tiempo después, sus padres vendieron esa casa y la relación con Fredy concluyó. Aún se le recuerda como un miembro más de la familia. Muy juguetón pero asunto sobrenatural.
Ay, nanita...
Etiquetas: 20100820, DE LA CAVA DEL PATRÓN
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