DE LA CAVA DEL PATRÓN. Chelas en la Azotea.
Lucas tuvo su primer empleo formal a los 17 años, después de haber pactado con su padre, el recio Ing. Saint-Martin que a cambio de su apoyo para concluir su instrucción secundaria, se pagaría él sus estudios en adelante.
Solicitó trabajo en un banco, donde fué aceptado como mensajero. De corbata y saco, el flaco muchacho trataba de llenar la vestimenta formal y no lucir demasiado novato a pesar de que los barritos lo delataban.
Al final del año de calendario, se vió obligado a tomar vacaciones y de acuerdo con las disposicones vigentes, le correspondía un mes de descanso por lo que regresó a la casa de sus padres para pasar unos días de asueto.
Viendo que las horas pasaban lentas por la inactividad, decidió que su prima vacacional sería invertida en parte en unas cervezas por lo que adquirió en la tienda más cercana dos "sixes" o paquetes de seis latas. Metió las cervezas en una hielera, su cuerpo en un diminuto traje de baño y cubrió los ojos con lentes obscuros. Así armado, trepó la escalera que le llevó a la azotea y extendió una toalla, decidido a tomar baños de sol y a refrescarse con una de las bebidas más antiguas en la historia humana.
Las horas pasaron y después de dormitar un rato, bajó con el cuerpo rojo como camarón, la hielera vacía y los ojos de rendija, chinescos. Su hermosísima madre al verlo entrar a la cocina le reprochó con dureza y sorpresa: ¡Que bárbaro, te acabaste 12 cervezas! Con razón traes cara de dormido.
Lucas tan sólo hizo un ademán y se metió a bañar, en un pantalón corto y a reposar el asunto. Doce cervezas, el sol y la inactividad lo hicieron dormir cuatro horas seguidas, despertando con un fuerte sabor a trapo en la boca, un giroscopio en la cabeza y la confusión horaria. No sabía que día era, que hora era ni que había por hacer.
Lo único que sabía, era que algo muy picoso, era lo indicado. Vaya pues, que la cruda apareció en su vida y todos los sonidos eran notoriamente elevados. Y su hermosísima madre, muy escandalosa.
Jijos...
Solicitó trabajo en un banco, donde fué aceptado como mensajero. De corbata y saco, el flaco muchacho trataba de llenar la vestimenta formal y no lucir demasiado novato a pesar de que los barritos lo delataban.
Al final del año de calendario, se vió obligado a tomar vacaciones y de acuerdo con las disposicones vigentes, le correspondía un mes de descanso por lo que regresó a la casa de sus padres para pasar unos días de asueto.
Viendo que las horas pasaban lentas por la inactividad, decidió que su prima vacacional sería invertida en parte en unas cervezas por lo que adquirió en la tienda más cercana dos "sixes" o paquetes de seis latas. Metió las cervezas en una hielera, su cuerpo en un diminuto traje de baño y cubrió los ojos con lentes obscuros. Así armado, trepó la escalera que le llevó a la azotea y extendió una toalla, decidido a tomar baños de sol y a refrescarse con una de las bebidas más antiguas en la historia humana.
Las horas pasaron y después de dormitar un rato, bajó con el cuerpo rojo como camarón, la hielera vacía y los ojos de rendija, chinescos. Su hermosísima madre al verlo entrar a la cocina le reprochó con dureza y sorpresa: ¡Que bárbaro, te acabaste 12 cervezas! Con razón traes cara de dormido.
Lucas tan sólo hizo un ademán y se metió a bañar, en un pantalón corto y a reposar el asunto. Doce cervezas, el sol y la inactividad lo hicieron dormir cuatro horas seguidas, despertando con un fuerte sabor a trapo en la boca, un giroscopio en la cabeza y la confusión horaria. No sabía que día era, que hora era ni que había por hacer.
Lo único que sabía, era que algo muy picoso, era lo indicado. Vaya pues, que la cruda apareció en su vida y todos los sonidos eran notoriamente elevados. Y su hermosísima madre, muy escandalosa.
Jijos...
Etiquetas: 20100409, DE LA CAVA DEL PATRÓN
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio