CIBERCIENCIA. El síndrome del nido vacio.
Las parejas que son padres y se preocupan por sus hijos, generalmente enfrentan una serie de retos que difícilmente son anticipados, previstos o siquiera imaginados en las etapas tempranas de la vida matrimonial.
Con la llegada de los hijos, las etapas idílicas de amor tórrido se aniquilan, la exigencia del desarrollo de los vástagos exigen atención completa y la relación se deteriora. Antes, el hombre se concentraba más en su trabajo y en proveer lo necesario para la familia mientras la mujer era la encargada de la educación y cohesión familiar.
Ahora, las mujeres se desarrollan en lo personal y en lo profesional, además de atender a la familia. Los hombres participan más en la educación y desarrollo familiar, además de la proveduría y realización profesional.
Sin embargo, nada nos prepara para la etapa en que debemos enfrentar cuando los hijos salen a estudiar a otra ciudad o se independizan. Al salir el último de ellos, la casa se nota más fría, más vacía, con menos motivos para trabajar y vivir. Y es cuando descubrimos que ahora vivimos con alguien poco conocido: la pareja.
Es una persona que conocimos mucho tiempo atrás pero su desarrollo ha provocado que ahora sea tan diferente que nos será desconocida. Poco hay en común, ya no hay motivos de charla, de convivencia y diversión. Y hay que enfrentarse a dos dilemas importantes: los hijos, motivo de esfuerzo ya no están en casa ni te necesitan como padre; y la pareja, ya no es la compañía de antaño. Estos sentimientos de tristeza y de pérdida son poderosos, y deben entenderse como un proceso de duelo, por lo que es difícil aventurar cuánto pueden durar sus efectos. Lo que si es claro, es que deben tener como meta el superarlos, pues la vida continúa, la de los hijos y la de la pareja.
Si ésto no es comprendido a cabalidad y en tiempo, la consecuencias son de ruptura irremediable. Además, se puede desarrollar un sentimiento de rencor hacia los hijos por privarte de la razón de ser padres.
Ten en cuenta que la relación con sus hijos no se terminó, sino que se modificó, cambió de piel. Más bien es una oportunidad para enriquecerla. Busca nuevas maneras de estar permanentemente en contacto con ellos, ya sea por teléfono, carta, o aprovechando las nuevas tecnologías de Internet (correo electrónico, programas de mensajería instantánea, etc.). Recuerda que nunca dejarás de ser el padre o la madre de tu hijo. Simplemente ese rol ya no será el mismo porque los hijos tampoco serán los mismos. Crecen y ya no son más esos niños, los adolescentes que necesitaba un reto. Ser padre y consejero de un hijo adulto es también una tarea vital, y debe aprenderse a tomarla como un nuevo reto cada día.
Yo lo he dicho y lo he vivido: Si es realmente difícil ser padre, más lo es dejar de serlo. Hacerse a un lado y dejar que vuelen con fuerza propia, debe ser la joya que corona su formación.
Y el nido jamás se verá vacío. Pues ahora lo ocupan los padres orgullosos.
Con la llegada de los hijos, las etapas idílicas de amor tórrido se aniquilan, la exigencia del desarrollo de los vástagos exigen atención completa y la relación se deteriora. Antes, el hombre se concentraba más en su trabajo y en proveer lo necesario para la familia mientras la mujer era la encargada de la educación y cohesión familiar.
Ahora, las mujeres se desarrollan en lo personal y en lo profesional, además de atender a la familia. Los hombres participan más en la educación y desarrollo familiar, además de la proveduría y realización profesional.
Sin embargo, nada nos prepara para la etapa en que debemos enfrentar cuando los hijos salen a estudiar a otra ciudad o se independizan. Al salir el último de ellos, la casa se nota más fría, más vacía, con menos motivos para trabajar y vivir. Y es cuando descubrimos que ahora vivimos con alguien poco conocido: la pareja.
Es una persona que conocimos mucho tiempo atrás pero su desarrollo ha provocado que ahora sea tan diferente que nos será desconocida. Poco hay en común, ya no hay motivos de charla, de convivencia y diversión. Y hay que enfrentarse a dos dilemas importantes: los hijos, motivo de esfuerzo ya no están en casa ni te necesitan como padre; y la pareja, ya no es la compañía de antaño. Estos sentimientos de tristeza y de pérdida son poderosos, y deben entenderse como un proceso de duelo, por lo que es difícil aventurar cuánto pueden durar sus efectos. Lo que si es claro, es que deben tener como meta el superarlos, pues la vida continúa, la de los hijos y la de la pareja.
Si ésto no es comprendido a cabalidad y en tiempo, la consecuencias son de ruptura irremediable. Además, se puede desarrollar un sentimiento de rencor hacia los hijos por privarte de la razón de ser padres.
Ten en cuenta que la relación con sus hijos no se terminó, sino que se modificó, cambió de piel. Más bien es una oportunidad para enriquecerla. Busca nuevas maneras de estar permanentemente en contacto con ellos, ya sea por teléfono, carta, o aprovechando las nuevas tecnologías de Internet (correo electrónico, programas de mensajería instantánea, etc.). Recuerda que nunca dejarás de ser el padre o la madre de tu hijo. Simplemente ese rol ya no será el mismo porque los hijos tampoco serán los mismos. Crecen y ya no son más esos niños, los adolescentes que necesitaba un reto. Ser padre y consejero de un hijo adulto es también una tarea vital, y debe aprenderse a tomarla como un nuevo reto cada día.
Yo lo he dicho y lo he vivido: Si es realmente difícil ser padre, más lo es dejar de serlo. Hacerse a un lado y dejar que vuelen con fuerza propia, debe ser la joya que corona su formación.
Y el nido jamás se verá vacío. Pues ahora lo ocupan los padres orgullosos.
Etiquetas: 021009, CIBERCIENCIA
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