viernes, 17 de julio de 2009

DE LA CAVA DEL PATRÓN. Alunizaje


La mañana del domingo 20 de julio del año 1969, Lucas se preparó para ir al Club Mundet, con el resto de la familia. Reunió todos los modelos a escala de el cohete Saturno V, el módulo lunar y la cápsula espacial del proyecto Apolo XI que salían en los pastelitos en ese tiempo, todos para armar. Los metió en su maleta junto a sus tenis, raqueta, traje de baño y toalla, pues era una fecha extremadamente importante.

Estaba programado que alunizara por primera vez en toda la historia, el hombre en la luna, un ser humano iba a poner su pie sobre la superficie de un cuerpo estelar que no era su planeta natal. Así que alborotado por el evento, llenó su cabeza de toda clase de imágenes y aventuras propias.

Después de averiguar el horario del asunto, jugar tenis, nadar, gritar y correr, se bañó, cambió y corrió hacia la parte baja del casino del club, donde había una sala de juegos con mesas de ping-pong, billar, pool, dos mesas de boliche y los primeros juegos electrónicos, entre ellos, el pong. Pero hasta el fondo se había habilitado una sala de TV, con butacas como un pequeño cine y un armatoste de blanco y negro colgando del techo.

Lucas tomó asiento en la primera fila, pues aún era temprano pero quería asegurarse de ver cómodamente y en sitio adecuado. Pronto apareció un empleado del parque, quien encendió el aparato a instancias de algunos adultos, quienes ordenaron sin ningún miramiento a Lucas (era un niño de 9 años), que se levantara para que ellos se sentaran. Y como en ese tiempo, así era el asunto, pues obedientemente el niño se pasó a la segunda fila. Aparecieron algunas señoras perfumadas y emperifolladas cual loros huastecos que obligaron al pequeño a ir recorriendo hacia atrás las filas, hasta que se vió en la puerta de entrada con el riesgo de quedarse sin ver su tan esperado momento.

Así que aprovechando su corta estatura, se armó de valor y coraje, decidiendo recuperar lo que por antigüedad le correspondía. A codazos, piquetes de ombligo, mordidas y pisotones, se plantó en el pasillo y no se movió. Pronto los demás niños imitaron su conducta y llenaron cuanto espacio dejaba ver el suelo. Y haciendo todos el típico sonido de silencio, se llenó la sala de un SHHH generalizado. Y la pantalla mostró el instante en que Neil Armstrong logró bajar la escalerilla y pronunció las famosas palabras: "Un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad".

El atronador sonido de los aplausos y la emoción del instante, soltaron las lágrimas del pequeño Lucas, quien a la fecha sigue preguntándose como era posible que al astronauta lo hayan filmado desde afuera del módulo si no había nadie ahí...

Cosas de la tecnología, supone él.

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