viernes, 8 de mayo de 2009

DE LA CAVA DEL PATRÓN: Estrellado

En sus años de adolescencia, a Lucas le encantaba citarse con sus cuates en la calle donde él vivía, ya que los demás lo hacían en una mas transitada. Esa calle, con nombre evocador (Albatros) les permitía volar hacia muchas aventuras, muchas de ellas, deportivas.


Así, una tarde de campeonato vio como los dos equipos de 3 y 4 niños luchaban ferozmente por la supremacía en un encarnizado juego de futbol americano. El marcador, aunque era manipulado y motivo de dicusiones frecuentes, siempre superaba los 100 puntos por bando. A pesar de que los juegos iniciaban a las 5 de la tarde, eran terminados por límite de tiempo, generalmente por decisión superior de la hermosísima madre de Lucas.

Pero esa tarde, se luchaba ferozmente entre las escuadras. La de Lucas, formada por Pompillo y el Joaco. Enfrentaban a la de Carlos el Labioneta (pues tenía belfos. Cada uno de los dos labios del hombre, especialmente el inferior, cuando son muy abultados http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BUS=3&LEMA=belfo), el Chino, hermano menor de Lucas y Dodó, hermano menor del Joaco.

Durante horas se luchó con estrategias simples y rápidas, basadas en el sistema de juego Lucky (muy socorrido a falta de mejores ideas, ya que era un "lucky-salga"). Mientras el juego era con reglas del tochito (basado en el toque de caderas del portador de la pelota), se improvisaban las jugadas con pases laterales hasta conseguir desmarcarse y se apelaba a la bomba, pase profundo y largo.

La tarde duró lo que la noche le permitió, pero ni la penumbra ni el manto oscuro impidió que se desarrollara el juego. El alumbrado público era suficiente y el verano era soportable, a pesar de las horas de ejercicio. Tan solo hubo un par de interrupciones para hidratarse en que cada quien corría a su casa y regresaba a la brevedad para continuar.

A sabiendas de que el enemigo número uno era el reloj, el frenesí deportivo puso las cosas sumamente interesantes. Con el marcador 120-118 a favor de Pompillo, Lucas y Joaco, se vieron obligados a establecer una estrategia ganadora que les despegara mas y cerrara el juego. Se estableció que Lucas recibiría el centro, Pompillo bloquearía (era su asignatura constante), Joaco saldría por pase pero en finta, regresando por la pelota mientras Lucas, saldría a profundidad por la banda derecha de la calle. La jugada se desarrolló según lo previsto, confundiendo a la defensiva enemiga. Pronto, Joaco se hizo del balón y Lucas salió en la ruta indicada. Repentinamente, de entre las sombras apareció un ciclista infantil en trayectoria de colisión. Tratando de ubicar el ovoide, Lucas volteaba hacia atrás mientras corría frenéticamente, pero descuidado del obstáculo que se interponía en su ruta a la anotación.

El encontronazo fue tremendo, seco e imponente. La bicicleta se dobló del manubrio y de una rueda; su piloto, cayó al suelo fulminado por el niño-obús y Lucas, bueno, Lucas escuchó en su interior crujir todo su cuerpo, sintió como el rostro se inflamaba rápidamente y la nariz arrojaba inmediatamente borbotones de sangre.

El juego concluyó ese mismo instante, pues Joaco y Labioneta llevaron cargando al fardo llamado Lucas hacia su casa y el Chino y Dodó llevaron al niño-bicicleta en estado lastimero a su hogar.

Cuando Lucas logró ubicar que estaba acostado en el sofá de su sala, que su hermosísima Madre le ponía fomentos de agua fría en la frente y que sus cuates seguían riendo de la situación, se contagió con la hilaridad aunque estaba mezclada con dolor y preguntó: ¿Anoté?

Su bellísima Madre le soltó un tremendo golpe en la pierna derecha, en el único sitio sin dolor hasta ese momento.


Pero que niño, ah bárbaro...

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