viernes, 8 de mayo de 2009

EL FUMARIUM. Tlacuaches

Este miércoles, salí a pasear a mis perras como lo acostumbro desde hace mas de 15 años. Saltando y ladrando de gusto, a las 6:15 abría yo la reja para que pudieran correr a gusto Frida, la rottweiller y Lorenza, la golden retriever, hija de Sabina.


La luz aún era mortecina y me llamó la atención que Lorenza se desviara de su ruta acostumbrada. No entró al parque y en la banqueta de enfrente, cogió con el hocico a un zorrito, zarigüeya o tlacuache. Estaba gordito y pronto me lo llevó, depositándolo a mis pies. Este, se levantó y corrió lo mejor que pudo para huir del aprieto, sin embargo Lorenza lo volvió a cazar y cuando le di la órden de soltarlo, cayó fulminado. No se movió y parecía muerto, ya que la mirada estaba perdida y tenía la lengua de fuera. Conociendo sus costumbres, tomé una cubeta que estaba abandonada en un lote baldío y con la ayuda de una botella plástica, metí al tlacuache. Pero pronto me di cuenta de que era una hembra pues su prole se quedó donde Lorenza la cazó por vez primera.

Asi que una a una, tomé a las crías que con chasquidos llamaban a su madre. Ocho en total fueron depositadas al fondo de la cubeta, sobre el cuerpo materno. Alejando a mis dos perras, dejé el balde acostado cerca de un promontorio de rocas, ya en el parque. Me alejé con mis canes hasta que a lo lejos vi como se movía la cubeta y asomaba la cabeza la madre, refugiándose en las rocas con sus crías.

Mas tarde, una vecina que pasea temprano a su perrita, me avisó que había un zorrito atropellado y que parecía vivo. Al llegar a la calle en cuestión, vi que estaba irremediablemente lastimada, pero había movimiento bajo la piel. Al hurgar, encontré crías en el marsupio, dos en buen estado, dos muertas. Después de retirar los cuerpos de la calle, me llevé a las crías enla cubeta a casa. Puse a los dos zorritos en una caja de cartón con fruta y hierbas para su sustento, mientras pensaba que podría hacer con esa responsabilidad.


Durante todo el dia, estuvieron dormidos pero al caer la noche, se activaron. Pensé que lo mejor sería a la mañana siguiente, dejarlos en el parque pues estaban completos y en buenas condiciones.

Temprano, antes de salir con mis perras, tomé la caja de cartón y grande fue mi sorpresa al no encontrarlos. Se salieron y tomaron su rumbo y decisiones propias. Pero el dia de hoy, Lorenza encontró a uno que no resistió sus fauces y mi suertudota, encontró al otro dentro de la cocina. Menudo susto le pegó, así que después de mover varias cajas y muebles, lo tomé con mi mano y lo dejé en el parque, deseandole la mejor suerte y esperando que sobreviva en un ambiente muy agresivo y nada natural para ellos: la ciudad.

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2 comentarios:

A las 17/5/09, 21:58 , Anonymous Rosa ha dicho...

Historias cada vez mas comunes en nuestro Cancun. Que pena.

 
A las 18/5/09, 6:51 , Blogger LUCAS ha dicho...

Es una muestra de la historia del mundo contada por el ser humano. Y si, que pena...

 

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