viernes, 16 de julio de 2010

EL FUMARIUM. Guerra Piñatera.





Una de las tradiciones de nuestro país más reconocidas en el mundo son las piñatas, que lamentablemente ha sufrido transformaciones y adaptaciones a lo largo del tiempo.

De ser una olla de barro que vistió su desnudez con papel de china y engrudo, creando estrellas de cinco puntas con tiras de papel colgando de cada una de ellas; sentir el golpe sabroso al momento de asestarlo con el palo, a pesar del vendaje; escuchar al barro quebrarse y ver la marea infantil que se arrojaba sobre la fruta y dulces que esparcía: tejocotes, jícamas, cañas, mandarinas, cacahuates enteros y colación; escuchar las voces maternas que recomendaban al vástago "¡cuidado con los tepalcates (pedazos de la olla de barro)!", ahora saben muy artificiales.

Perdieron su esqueleto de arcilla cambiandose por un corazón de cartón, lo que agregó seguridad al momento de arrojarse sobre el botín; su contenido se ha vuelto vulgar pues la modernidad y sus ínfulas pedantes llevaron golosinas artificiales, eminentemente extranjeras.

Y sus fabricantes prefieren utilizar a personajes afamados como Buzz Lightyear, "Bobo" Esponja, super-héroes, el bicho de moda según Walt Disney e incluso luchadores de gran fama.


Lamentablemente, todos ellos tienen marca registrada y la policía ahora decomisa esas piñatas acusando a vendedores y fabricantes de violar derechos de propiedad intelectual. Ésta guerra piñatera va para largo ya que los niños ahora quieren ver en su fiesta a el Hombre Increíble, a Mickey Mouse o a Ratatouille; los propietarios de esos derechos, no; y los fabricantes, otorgan lo que el mercado pide pero sin cubrir derechos de uso del personaje.

Algunos han declarado que es un error dado que ellos no usan al personaje en sí, es una caricatura lo que les evita el pago de derechos. Francamente, todo suena a tomar el camino más fácil: los padres al complacer a sus hijos sin inculcarles el valor de la originalidad, haciendole el juego a las transnacionales; éstas, succionándole sustancia a lo más posible a sus recursos y los fabricantes, abandonando la originalidad y prostituyendo esa tradición.

¿Será el principio del fin de más de 100 años del uso de las piñatas? ¿Sobrevivirán a tanta mezquindad y vulgaridad?

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