viernes, 7 de mayo de 2010

DE LA CAVA DEL PATRÓN. Minas de Arena.

Lucas y sus amigos, se encontraron en vacaciones de verano a los 10 años de edad. En un lugar tranquilo y seguro, pero poco aventurero. Entre una imaginación muy desarrollada y poco que el sitio les ofrecái, transcurrían las mañanas plagadas de sol y sed de diversión. Futbol, beisbol, escondites, carreras, caminatas y bicicletas. ¿Bicicletas? Hum, la posibilidad de trasladarse a los alrededores.


Uno de ellos comentó que en las montañas cercanas había cuevas y podrían encontrar tesoros, vestigios, pinturas o hasta una base secreta. Alimentados por las posibilidades y potenciados por su imaginación, la sed de aventuras propulsó a los chicos a una gran expedición. Pero sería al día siguiente, pues el de hoy se empleó en preparativos: cantimploras, emparedados, dulces, cuerdas y toda clase de artículos que consideraron necesarios.

La hermosísima madre de Lucas, intrigada por el asunto, cuestionó a los exploradores en potencia quienes le indicaron que al día siguiente saldrían a andar en bicicleta en las laderas de las montañas. Intrigada, entró en alerta ya que eso tan sólo signifcaría travesuras y peligros. Así que decidió mantenerse alerta y vigilante.

Al siguiente día, los muchachos partieron en caravana después de sus deberes matinales, desayunar y jurar que no harían nada malo. Las antenas maternas se erigieron, apuntando a cualquier indicativo. La cocina se convirtió en cuartel de inteligencia y estableció las comunicaciones necesarias. Envió un espía en la persona del jardinero quien consintió en seguir a los muchachos con su bicicleta.

Mientras ellos entraron en las cuevas de referencia, estableciendo las posibles aventuras que vivirían, el espía regresó a toda "máquina" a reportar al cuartel general el asunto. Tomar su bolso, llaves y arrancar en su camioneta, fué uno. La hermosísima doña Lupita iba como alma que huye del demonio, llegó a la zona de investigación sacando a todos los muchachos del lugar y a Lucas de la oreja, mientras les endilgaba una perorata tremenda sobre los peligros de entrar a una antigua mina de arena.

¿Mina de arena, se preguntaron los chicos? Claro, -les contestó la madre- se les puede caer el techo y enterrarlos, es que ¿no lo pensaron?, es increíble que no se dieran cuenta...

Muy brusco fué el regreso a la realidad con sus peligros, pero Lucas prefería enfrentarse a las minas de arena que a su hermosísima Madre hecha una furia. Pá´ su...

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