DE LA CAVA DEL PATRÓN. Pateando al Club.
Cuando Lucas jugaba futbol en el club, los sábados en que era arrastrado con su familia, determinó que era una actividad que realmente disfrutaba. No es que no le gustara jugar tenis, nadar, entrar al vapor, las regaderas, ver niñas, el squash y muchas otras más. Era llevado sin su consentimiento por su padre, el recio Ing. Saint Martin.
Así,esperaba con ansia el momento de entrar a los vestidores, despojarse de la ropa que tenía puesta y cambiarse al uniforme de su equipo. Salir del vestidor portándolo orgulloso le provocaba una sensación de poder muy satisfactoria.
Recorrer la larga calzada para llegar hasta el fondo del parque hacía que muchas personas voltearan a verlo, pero estaba mucho más interesado en las miradas femeninas y en especial de una que sabía que furtivamente lo veía sin ser muy obvia.
Así, una mañana estaba con sus compañeros a la espera de que terminara el partido anterior cuando decidió pelotear con uno de ellos. Pensando que se prepararía adecuadamente, calentaba con la misma actitud que cuando jugaba, tan fué así que en el momento en que la pelota se desvió hacia los setos, nuestro niño trató de alcanzarla estirando completamente la pierna izquierda, golpeando a los ladrillos que delimitaban al andador de los jardines. Y con tanta fuerza, que le recorrió una oleada de dolor todo el cuerpo varias veces.
Gritando y gimiendo, fué llevado con su hermosísima madre quien acostumbrada a sus imprudencias, lo puso en las manos del médico del club. El galeno retiró con cuidado el zapato tenis y la calceta, observando con un rictus de dolor la uña del dedo gordo apenas adherida por un girón de piel. Aunque el asunto le palpitaba tremendamente, hubo que resistirse cuando con unas pinzas y de un tirón firme, el matasanos la arrancó completamente.
Dos meses de inactividad física, inyecciones antitetánicas, ingesta de antibióticos y un buen regaño de su hermosísima madre, le costaron a Lucas haber pateado el club.
Aprendió que eso, no se hace.
Así,esperaba con ansia el momento de entrar a los vestidores, despojarse de la ropa que tenía puesta y cambiarse al uniforme de su equipo. Salir del vestidor portándolo orgulloso le provocaba una sensación de poder muy satisfactoria.
Recorrer la larga calzada para llegar hasta el fondo del parque hacía que muchas personas voltearan a verlo, pero estaba mucho más interesado en las miradas femeninas y en especial de una que sabía que furtivamente lo veía sin ser muy obvia.
Así, una mañana estaba con sus compañeros a la espera de que terminara el partido anterior cuando decidió pelotear con uno de ellos. Pensando que se prepararía adecuadamente, calentaba con la misma actitud que cuando jugaba, tan fué así que en el momento en que la pelota se desvió hacia los setos, nuestro niño trató de alcanzarla estirando completamente la pierna izquierda, golpeando a los ladrillos que delimitaban al andador de los jardines. Y con tanta fuerza, que le recorrió una oleada de dolor todo el cuerpo varias veces.
Gritando y gimiendo, fué llevado con su hermosísima madre quien acostumbrada a sus imprudencias, lo puso en las manos del médico del club. El galeno retiró con cuidado el zapato tenis y la calceta, observando con un rictus de dolor la uña del dedo gordo apenas adherida por un girón de piel. Aunque el asunto le palpitaba tremendamente, hubo que resistirse cuando con unas pinzas y de un tirón firme, el matasanos la arrancó completamente.
Dos meses de inactividad física, inyecciones antitetánicas, ingesta de antibióticos y un buen regaño de su hermosísima madre, le costaron a Lucas haber pateado el club.
Aprendió que eso, no se hace.
Etiquetas: 20100319, DE LA CAVA DEL PATRÓN
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