viernes, 23 de julio de 2010

DE LA CAVA DEL PATRÓN. Otra de Perros.

La calle era simple, corta y breve. Conectaba a dos fraccionamientos, sin una puerta que la observara, sin ventanas que se asomaran. Tan sólo paredes la enmarcaban pero aún así, su importancia radicaba en que facilitaba el paso de un sitio a otro, evitando un rodeo gigantesco.

Lucas la caminaba dos veces durante cada día en que acudía a su escuela preparatoria. Después de regresar del trabajo en el centro de la ciudad, comía y se enfundaba en sus pantalones de mezcilla, una playera y su chamarra de jerga, que se fundían en escencia con su huaraches de cuero. Tomaba su morral para llevar sus cuadernos y útiles, y transitaba esa calle. De ida y vuelta.

Y una tarde en que pasaba por esa calle simple, corta y breve, se encontró con dos perros que pretendieron impedirle el paso, ladrando y gruñendo pendencieramente. Sin comprender porqué lo hacían e impulsado por llegar a clases, Lucas descargó su indignación atacando a los canes.

Una carrera furibunda confundió a los guardianes, pero pronto decidieron huir cuando el chico llegó hasta su ubicación. Al primero que tardó en reaccionar le acomodó una patada en el hocico que después de girar varias veces alrededor de la cabeza, emitió un aullido corto y lastimero antes de seguir al resto del cuerpo en la escapada.

El segundo al notar el peligro, echó a correr pero fué alcanzado por el muchacho quien le acomodó el huarache derecho en la entrepierna, ahorrandole una castración y causando que el cuarto trasero se le arrastrara en el piso.

Y de inmediato, una mujer suplicó que dejara de lastimar a sus animalitos. ¡Válgame Dior! Si el agredido fué Lucas quien sólo se defendió. Se alejó con una sonrisa bastante amplia viendo en su imaginación lo que los canes se estarían contando en ese momento.

Pos éstos, ¡bah!

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