viernes, 26 de marzo de 2010

DE LA CAVA DEL PATRÓN. El Primer Whiskey.


A los 13 años eres sin ser; pareces pero no lo eres; quieres, pero no puedes; dejaste de ser niño pero no eres adulto. Así que vagas en un limbo como una partícula atómica sin estar asociado a ningún átomo.

Lucas estaba en la edad de los barros, los gallos por el cambio de voz (de los otros, se encargaban el peluquero y el gel), cuando el niño se torna trompudo, orejón, narizón, manotas y patón. Y sin razón aparente. Y digo aparente pues en la pubertad, por un delirio de la naturaleza que se acerca peligrosamente a una broma cruel, se dispara la órden de hacer crecer primero apéndices que después les alcanzará el resto del cuerpo. Aparecen pelos extraños bajo la nariz, se botan las tetillas como chipotes en las llantas y empiezas a oler a cebolla recocida, cosa que obliga a las mujeres de la casa a reclamar el uso de desodorante.

En ésa época, se dió la primera ocasión en que sus padres salieron por el fin semana, dejando a sus vástagos custodiados por el servicio doméstico, rogando a toda la legión de santos conocida y por venir, que no pasara nada malo.

Tan pronto acabaron las toneladas de recomendaciones que hizo su hermosísima madre a Lucas y partieron a su destino, Lucas organizó con sus cuates también adolescentes mutantes (término acuñado por Melesio, el genio de la veterinaria) una especie de fiesta en su casa para esa noche. Convenciendo a sus vigilantes que nada malo pasaría con reunirse ahí, esperaron los 6 que respondieron al llamado a que se retiraran a sus aposentos.

La chimenea fué cargada con leños, encendida y dado que apenas habían dejado la leche con chocolate, intentaron beber algo fuerte y sin la preparación ni conocimientos necesarios. Nada era agradable al paladar, brebajes tales como tequila, ron, vodka o lo encontrado, no pudieron bajar sin protestar por los gañotes pueriles. Pero una licorera llamó poderosamente la atención de Lucas, era algo que más por el contenido, tuvo que ver con su tecnología pues en el frente ostentaba una leyenda un tanto atractiva: "POUR-O-MATIC". Un botón en la parte superior encendía un mecanismo que, alimentado por una batería A, entregaba después de un ruidito simpático un chisguete de licor.

Lucas corrió por un vaso y activó el mecanismo obteniendo un líquido dorado que al llevarlo a sus labios, le quemó la boca adormeciéndola e impregnándola con sabor a maderas. De inmediato el escuincle corrió al baño a escupir lo que acababa de probar, sin saber que años después, impulsaría viernes a viernes la edición de su blog.

Claro, probó por primera vez el Whiskey. Y a esa edad, hasta la cerveza sabe mal.

Jijos...

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