viernes, 26 de febrero de 2010

DE LA CAVA DEL PATRÓN. Trolebús.


Durante el tiempo en que Lucas jugaba tenis con su Padre, el recio Ing. Saint-Martin, ya no vivía en la casa paterna. La lejanía con la universidad lo obligó a mudarse pero en algún momento de sus estudios superiores, su horario le dejaba los miércoles y sábados libres. Así que jugaban juntos entre semana, saliendo del trabajo y después de comer.

Reunía su raqueta, ropa de juego, pelotas y pants. Después de vestirlos, tomaba sus libros para estudiar durante el largo trayecto y caminaba hacia la estación del subterráneo que lo llevaría hasta los límites de la ciudad para luego tomar un autobús que lo dejaría a la entrada del fraccionamiento donde habitaba su familia. Ahí otro camión lo dejaba a unas calles de su casa. Pronto, llegaban en el auto paterno a la cancha y ahí precisamente fue donde se gestó su mote ya que su padre se desternillaba de la risa cuando lo veía correr sin garbo y le decía: "corres igual que el pato Lucas". Así la familia lo bautizó y terminó siendo eso: Lucas.

Sin embargo, un miércoles de tenis Lucas se vistió, tomó sus cosas y salió rumbo a la estación del subterráneo. Recientemente habían habilitado muchas calles para transitar en un sólo sentido y las llamaron "Eje Vial" con un carril en contrasentido para que circulara el sistema de trolebuses (autobús eléctrico).

Y uno de esos, precisamente un monstruo de esos, conducido por un tipo irresponsable (tal parece que esa es una exigencia en la solicitud de empleo pues todos se comportan igual), violando la zona de seguridad para peatones, aventó violentamente a Lucas lastimándolo en las rodillas y cayendo de cabeza a media calle. Los autos detuvieron su loca carrera cuando un policía pitando frenéticamente protegió al muchacho quien una vez estableciendo donde estaba el cielo y donde la tierra después de las muchas vueltas que dió en el aire, se levantó. Y ante el cuestionamiento del oficial, Lucas se tentó el cuerpo y principalmente la cabeza, sintiendo un terrible arrugamiento del cuero cabelludo. El chofer troglodita se bajó del monstruo y entre divertido y asustado le preguntó a Lucas: ¿Qué pasó? A lo que el muchacho contestó: "...pues dímelo tú, yo no vi nada (idiota).

El juego se frustró, las rodillas se hicieron polvo, la cabeza dejó ver lo que Lucas tenía adentro y el hospital lo atendió en cuanto llegó. Y unos días de descanso lo dejaron listo para seguir sus aventuras.

Ay, las grandes ciudades...

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